Comisiones Obreras de Andalucía | 21 diciembre 2024.

Gente como Tú mejora el mundo
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    Gente como Tú mejora el mundo

    Europa en la encrucijada

      En las últimas elecciones europeas, celebradas este pasado verano, las trabajadoras y los trabajadores tomamos conciencia de la importancia y lo determinante de un proceso electoral que pareciera tan alejado. Y bien merece la pena una mirada hacia el viejo continente, que afronta hoy retos de gran magnitud.

      16/12/2024.
      Articulo de Silvia de la Torre García en el periódico Ideal

      Articulo de Silvia de la Torre García en el periódico Ideal

      La Unión Europea enfrenta hoy una fragmentación política que viene de lejos. Una Eurocámara donde, si los grupos de extrema derecha se uniesen (cosa muy improbable), serían la segunda fuerza política. Hay una división latente entre los estados miembros acerca de la ampliación y reforma de la UE, fundamentalmente por los riesgos que plantea en la dimensión económica, pero también por el riesgo de dejar entrar a países que no respetan el estado de derecho.

      La división de los países que componen Europa se manifiesta en las diferentes respuestas ante los conflictos de Ucrania y Oriente Medio. Mientras que, en la guerra de Ucrania, Europa se juega su supervivencia a nivel político, con el genocidio en Palestina se juega su perduración como comunidad de valores. El eje franco–alemán está debilitado por la política exterior, pero también por la interna. Francia apuesta por la autonomía estratégica y la independencia de EEUU, mientras que Alemania está más decidida a mantener la alianza trasatlántica. La alternativa que se plantea Europa es virar hacia el este, frente al debilitamiento de este eje franco–alemán, sin el cual es difícil avanzar en la integración de la UE. Todo esto se complica con la llegada de Trump 2.0, ya que Europa es irrelevante para su política exterior y podemos tener serios problemas de inflación con los aranceles, al competir con China.

      Por otra parte, la UE es una “bomba” demográfica que va a explotar dentro y fuera, ya que está conformada por sociedades envejecidas con necesidades crecientes y distintas y con una población joven que quiere trabajar. Según como Europa trate a los migrantes que lleguen, hará que la comunidad internacional nos vea de una manera u otra. También en esto nos jugamos la supervivencia como una comunidad de valores. Cuando se habla insidiosamente desde la derecha de las olas migratorias, del peligro del gran reemplazo cultural, tenemos que tener claro que solo son excusas útiles para promover la desvertebración social, en esa obsesión que tiene la derecha por la desigualdad. La economía necesita la inmigración, cada vez más de forma estructural y no puntual, en las sociedades post nacionales.

      En el plano económico, Europa ha entrado en un debilitamiento tendencial, ya que las perspectivas de crecimiento son muy débiles. El capitalismo agota su última etapa, la reglobalización, al continuar con un sistema de desregulación, en el que las reglas de intercambio de bienes, servicios e inversiones no son recíprocas, sino que opera la lógica de bloques geopolíticos y el bilateralismo. Recordemos que el mundo ha progresado por nuestra capacidad para generar reglas colectivas de comportamiento, ya que permiten combatir la ley del más fuerte.

      Los Estados miembros han intentado redistribuir con más gasto público para corregir los desequilibrios que genera el mercado, para frenar una explosión de desigualdades. Sin embargo, las continuas rebajas fiscales han supuesto un creciente endeudamiento de los Estados. Hoy tenemos una montaña de deuda pública, que es la que ha permitido mantener el sistema de hiperglobalización. Sin esa intervención estatal, el malestar social hubiese sido insoportable. El crecimiento exponencial de la deuda pública ha sido posible porque los bancos centrales han comprado deuda pública en todos los países occidentales, como elemento de estabilización. El problema del retorno de la inflación ha llevado a los bancos centrales a deshacerse y a desinvertir en deuda pública. Esto genera un sistema que ya es insostenible, frágil y peligroso.

      Actualmente, los países europeos están intentando reducir el déficit y la deuda, pero es muy complicado en un contexto donde siguen creciendo desigualdades, la economía necesita inversiones y tenemos que afrontar las transiciones ecológica, tecnológica, energética.

      Mientras que se debilita el multilateralismo, hay una pugna importante por el liderazgo tecnológico y se recrudece el proteccionismo (ej. EEUU).

      En este contexto, se desarrolla el nuevo Pacto de Estabilidad y Crecimiento Europeo, en el que en CCOO apostamos por la necesidad de un nuevo pacto con trayectorias de ajuste más flexibles para la recuperación. Un pacto donde parece improbable que se apliquen las reglas fiscales de talla única para todas las economías de los Estados miembros; por lo que no es creíble, aunque dependerá en buena parte del resultado de las elecciones alemanas, ya que Alemania no suele ser amable con la relajación del cumplimiento del pacto fiscal.

      Actualmente, tenemos otras necesidades y otras prioridades. Además de reducir la deuda, necesitamos una fuerte inversión en materia de descarbonización energética y un reforzamiento del estado del bienestar en algunas cuestiones clave. Para CCOO el sector

      público es el único que puede tomar el liderazgo de la actividad económica, actuando como dinamizador de las inversiones y al mismo tiempo reforzando el corazón del estado del bienestar, con el desarrollo del pilar europeo de derechos sociales. El éxito del desarrollo de este pilar europeo de derechos sociales depende en buena parte de la necesidad de introducir indicadores sociales y no sólo económicos, a la hora de crear normas y en el desarrollo del plan de acción de la propia UE. La convergencia social es la clave.

      Nos encontramos con un trilema imposible, que platea la necesidad de equilibrar mejor la sostenibilidad fiscal, social y ecológica. O bien se hace caso al pacto de estabilidad y crecimiento para reducir rápidamente la deuda; o a las recomendaciones del informe Draghi (grandes inversiones Públicas para defensa, descarbonización, transición digital, estrategia industrial); o bien se apuesta por el desarrollo del pilar europeo de derechos sociales. Europa tiene que elegir.

      Con la transición digital hay un cambio de paradigma importante. Si a priori se pensaba que el mercado digital debía operar con libertad, ahora, en la década de 2020, la opinión más extendida es de cierto intervencionismo desde lo público en materia de política digital; de aumentar la inversión pública, para tener una industria europea tecnológicamente fuerte e independiente. Cada vez más, para ser competitivos se habla de la importancia de la soberanía digital en materias primas, críticas, cadenas de suministro, I + D + I. También e s t a m o s asistiendo a una regulación de la economía digital en todos los ámbitos: derechos digitales, seguridad, economía de plataforma, protección de datos… Se ha incorporado la dimensión social a una regulación centrada en el mercado digital.

      Sin embargo, es difícil la convivencia entre las transiciones digital y verde. Hablamos del impacto energético, de la dificultad de conciliar soluciones ecológicas y digitales. Un enfoque controvertido de las políticas europeas que convierte los problemas medioambientales en oportunidades de negocio, susceptibles de ser explotadas por las tecnologías digitales. Asistimos a un retardismo en Europa a la hora de desarrollar el Pacto Verde Europeo.

      La transición justa es el gran caballo de batalla, frente a quienes defienden que debe operar el mercado y la tecnología libremente, sin intervención alguna de los Estados. Tenemos que tener presente que existen diferentes modelos de hacer la transición ecológica. Entre los temas más candentes que debemos abordar está el de quién la paga. Hay sectores donde el conflicto social es creciente (el mundo agropecuario, la gestión del agua, las renovables…). Para todos ellos es fundamental hablar de la licencia social, es decir, el acuerdo con los territorios, que requiere procesos de participación y de reparto justo de beneficios. No puede haber territorios de sacrificio, al servicio de otros, si no hay acuerdo social.

      En definitiva, hablamos de una Europa con desafíos mayúsculos. Un continente que pierde inversiones, con un evidente retraso tecnológico, escasa soberanía industrial y un retroceso importante de los objetivos sociales y medioambientales. Por no hablar de la actitud hostil de la UE ante la inmigración. Pero más allá del pensamiento determinista y agorero, en CCOO encaramos el futuro de frente, con propuestas y alternativas que presentaremos y debatiremos en el periodo congresual, en los próximos meses. ¿Quieres conocerlas?